Petición popular

Carece de sentido que un blog que se llama Trece Semanas en Londres y que tiene por objetivo contar mis andanzas por aquí esté cuatro semanas sin actualizarse. Así que, como dirían por aquí, I’m sorry, pero no me ha dado la vida para más.

¿Qué os parece si, como propósito de enmienda, os dejo elegir, lectoras y lectores del blog, el tema del próximo post? Tengo tantas historias que contar de estas cuatro semanas, que han estado llenitas de actividad, que no sé por dónde empezar. ¿Me ayudáis?
Estos son los temas de los que quiero y debo escribir…

  • Puedo hablar de la biblioteca británica y su particular fauna;
  • de teatro y musicales (he visto Wicked y Much Ado About Nothing);
  • de visitar como turista una ciudad en la que vives (o lo intentas);
  • de las pequeñas solidaridades de las ciudades grandes;
  • del movimiento 15M en Londres y mi experiencia asamblearia;
  • o de Cambridge y su extraña misa de domingo por la tarde

Espero comentarios, replys en Twitter o sugerencias en Facebook.
Thanks in advance!

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#estoesreflexión

He necesitado algo más de veinticuatro horas para sentarme a escribir sobre la #acampadalondres de este fin de semana y sigo sin saber si voy a ser capaz de contar una mínima parte de las cosas que allí, en Belgrave Sq, ocurrieron.

Ayer, cuando volví a casa, dije en Twitter que el final había sido mágico. Regresaba emocionada por el balance, pero a lo largo de la noche (tengo definitivamente perdido el orden correcto del sueño y la vigilia, me temo) pensaba también en todos los hombres y mujeres que he conocido estos días. Cuando llegué a Londres, hace tres semanas, no imaginaba que nada de esto pudiera pasar. Cuando empezó esta tercera semana que ya se acaba, tampoco. Lo que sí intuía era lo difícil que es conocer gente en una ciudad tan grande, lo solitaria que es la vida en determinados momentos. Y de repente, todo eso cambió. Una fuerza nos empujó a todas a salir a la calle, a organizarnos, a protestar. A decir que ya vale. Quizá sin talento, quizá sin futuro. Quizá, como decía el periodista de El Correo, imposibles de definir. Pero, al menos, en la calle. Moviéndonos.

Han sido días muy intensos. Días de conversación, de reflexión, de discusiones, de organización y desorganización, de comisiones, passwords, WiFis y teléfonos ajenos (¡gracias, Javi!) pero, sobre todo, días inolvidables. Ha sido, insisto, el principio de algo, aunque sea de un grupo de personas con intereses en común, con ganas de tomar parte en su futuro. Gente que está más o menos lejos de casa, más o menos feliz, pero que, desde este fin de semana, está, quizá, un poquito menos sola.

Hugo, uno de los tipos más trabajadores de esta acampada, propuso hacer un balance en la asamblea final. Fue, creedme, espectacular. Después de tres días allí, con personas que apenas habían dormido, que se habían mojado y que estaban (mayoritariamente) agotadas, la asamblea salió sola. Como le dije, después de tres días «peleándonos» por hablar, en la última tarde ya no necesitamos ni moderador/a. Yo, sólo con ese aprendizaje, me doy por satisfecha. Tuvimos noticia (a través de las redes sociales y viva voce por dos compañeros) de la arrolladora marea azul que cruzaba toda España, pero seguimos todos y todas firmes en nuestras ideas. Algo está cambiando. Si no, ¿cómo era posible que 72 horas después tantas personas siguiésemos pensando en torno a la ley electoral, la no violencia, la transparencia o la deshumanización de la sociedad?

Sé que vienen tiempos difíciles. Que el movimiento se desinflará, se atomizará y probablemente tendrá muy complicado sobrevivir. Que no será una revolución, para empezar, porque no tenemos un «enemigo» único ni claro. No hay, como decía Anna Bosch, a quien he tenido el enorme privilegio de conocer este finde, un Mubarak al que echar. Pero sigo convencida de que el primer paso, el más importante, está dado. En tiempos de crisis económica (y social, en realidad), siempre gana la opción más conservadora. Su electorado es menos crítico, más disciplinado, y no «castiga» como el lado contrario. Eso lo sabíamos de antemano, así que no hay que desanimarse más.

Ahora tenemos que pensar cómo cambiamos el sistema. ¿Entrar para regenerarlo? ¿Optar por soluciones apolíticas? ¿Referendum, acción directa? El futuro, sigo convencida, está en nuestras manos. Sólo tenemos que ponernos a ello, aunque cada día nos parezca más difícil.

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#JoinTheSpanishRevolution

Lo ha puesto ya todo el mundo en las redes sociales, pero no puedo resistirme.

Emociona, ¿eh?

En la #acampadalondres todo funciona cada vez mejor. Más gente, más reflexión, mas solidaridad, más abrazos, más felicidad. Mañana, salga lo que salga, hay que seguir ahí, hay que ser fuertes, hay que seguir moviéndose.

Porque mañana, de verdad, es cuando empieza todo.

Y tú… no nos mires, ¡únete!

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Keep calm and take the square

Tenía pensado escribir un post titulado «puntualidad británica» o «los peligros de la palabra free«, contando lo que me ha pasado hoy. Ha sido un día precioso, y eso que esta tercera semana estaba siendo más dura que las anteriores, pero ese post está durmiendo el sueño de los justos. Resulta que el mundo, mi mundo, está cambiando, y yo no puedo hacer otra cosa que contarlo. Porque me ha pillado aquí, en Londres, y eso, aunque me da mucha rabia, también me da otra perspectiva.

Consuela saber que no soy la única a la que le vinieron tentaciones de comprar un billete a España para ir a reflexionar a Sol, para volver a casa como una ciudadana en pie, despierta, activa. La gente que ha participado en la protesta y posterior asamblea en Londres hoy me contaba lo mismo. He conocido a personas que, como yo, viven este momento como lo que es, pura Historia. Ellos y ellas están hartos, quieren cambiar el sistema y tomar parte en su futuro, en la vida política del país. Son personas que saben que la ley electoral es injusta, y que, como gritamos una y otra vez, la clase política no nos representa y que podemos y debemos hacerlo mejor (y por eso yo llevaba esta pancarta…)

Durante la asamblea en Londres he sabido, gracias al iPhone de @javierpascual, que en Sol se estaba guardando un minuto de silencio. Sólo leyendo tuits me emocionaba, pero también me reafirmaba en que, desde «el exilio», estamos jugando un papel importante. Eso sí. Al llegar a casa y ver los vídeos de ese momento debo confesar que otra vez me he emocionado como una cría. Qué orgullosa estoy de mi país y su gente… qué alegría la #SpanishRevolution

No quiero ni puedo escribir mucho más. Son las mil, llevo todo el día haciendo cosas y mañana es una jornada larga, especial, importante. Pero tampoco podía terminar el día sin decir aquí que estoy, como he puesto en Twitter, agotada pero feliz. De conocer hombres y mujeres con quienes me siento identificada, de vivir el momento, de compartirlo y de presentir que algo, de verdad, está cambiando. Hoy he aprendido, he participado en asambleas, he ayudado a la organización y difusión de este evento, me he reído, he abrazado, me han abrazado, ¡y he llegado a tiempo al metro!

Por otro lado, no puedo cerrar este post sin un guiño a mi casa. Zaragoza está dando, como el resto del país, un ejemplo de civismo, de compromiso, de libertad. Gracias, #windcity

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Nobody expects the #SpanishRevolution

¡Por fin!

Después de dos noches pegada al ordenador, mirando y admirando a la gente de @acampadasol y emocionada con el nacimiento de @acampadazgz, ayer pude manifestarme en Londres.

La distancia es leit motiv en este blog. Además de las circunstancias personales que hacen más dura esta estancia (ánimo pá!) , ver (en algunos medios, como Periodismo Humano y 20minutos) la que se estaba montando en España y no poder formar parte era una sensación muy… extraña. Diría desagradable, pero al fin y al cabo yo no estoy, como otras amigas, separada por un océano.

Así que, cuando las cosas empezaron a moverse por Twitter y Facebook el ánimo ya era otro. Iba a haber concentraciones también en Londres, porque, como se leía ayer en un cartel de uno de los manifestantes, «This is not a Spanish Revolution. This can be your revolution for a better future»

Mis fotos, para variar, son un desastre (me olvidé la cámara en casa) pero hubo mucha gente en la concentración haciendo un trabajo magnífico, así que os dejo una lista con enlaces para que, si os interesa, veáis lo que estamos haciendo en Londres.

http://realdemocracylondon.blogspot.com/

http://www.entrecodigos.com/2011/05/fotos-de-la-manifestacion-frente-a-la-embajada-de-espana-en-londres-nolesvotes.html

http://nachoprada.blogspot.com/2011/05/mas-de-un-centenar-de-jovenes-exigen.html

Flickr de Quexuo

Flickr de Jorgeleria

Fotos de Arantxa Alcubierre

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#yeswecamp

Estoy a más de mil kilómetros de casa. Justo ahora, cuando parece que algo se mueve, cuando parece que algo empieza a cambiar. Cuando mi generación ha decidido no creerse más cuentos y tomar la calle. Así que no puedo resistirme y miro fascinada los streamings de la Puerta del Sol y me lanzo a escribir en el blog. En caliente, que es como no se deben de hacer las cosas.

Ahora es cuando podéis llamarme idealista, comeflores, optimista, ingenua…  lo que queráis. Daría mi reino, si lo tuviese, por pasar esta noche en la Puerta del Sol. Por vivirlo. Por poder contarlo, como están haciendo en @phumano con el gran @JuanluSanchez (¡periodista!) a la cabeza…

Formar parte de debates (más o menos encendidos) en Twitter y en las redes sociales. Descubir cómo, una vez más, quien tiene la información tiene el poder, y qué difícil es ahora hacernos comulgar con ruedas de molino, cuando miles de personas tienen teléfonos listos en sus bolsillos que valen para algo más que hacer Foursquare o enviar un Wassap, que sirven, en definitiva, para contar las cosas como están pasando. Sin filtros. Pluralidad aunque sea por agotamiento.

(Edito y añado la entrevista a José Luis Sampedro, referencia inexcusable, que se ha comprometido desde el principio con esta iniciativa y con otras causas como Reacciona (ATTAC)

Mañana iré (en cuanto me lo permitan mis obligaciones de #vidabecaria) a la Embajada Española en Londres. Pondré desde aquí mi granito de arena. Sé también que esto no es Tahrir (vergüenza me dan algunas comparaciones que he leído por ahí) y que queda por responder una pregunta fundamental. Y después, ¿qué?  ¿Podremos llamarla #spanishrevolution?

Está por ver, sí, pero yo quiero estar ahí, formando parte,  para contarlo.

P.S.1:

Ah! A la próxima persona que me diga que Twitter no sirve para nada le responderé como me enseño Gabriel Sopeña cuando empecé a estudiar Historia. Él, que es un maestro, nos dijo: «Cuando alguien os pregunte ¿para qué sirve estudiar Historia?, la respuesta correcta es: a ti, para nada». Creo que con Twitter es más de lo mismo. Si no comprendes el potencial que tiene esta red de información, desgraciadamente a ti tampoco te sirve para nada.

P.S.2:

Hoy hace dos años que nos dejó Mario Benedetti. Por si notáis que le falta poesía a este día…

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Peers only

En el Parlamento Británico trabajan, aproximadamente, unas doce mil personas. Ana, la chica que hoy me ha permitido entrar y pasear por él hasta cansarme, creo que conoce, por lo menos, a oncemil novecientas.

¿Y cómo he dado yo con Ana? Pues porque esta semana andan por aquí de visita Carmen y Andrea, que son, a saber, su tía y su prima. Así que este mediodía hemos quedado todas en la puerta de Westminster y, tras pasar el pertinente control de seguridad, hemos accedido al edificio del Parlamento por la entrada de trabajadores. Al grito de, «my family, my family from Spain», hemos ido saludando al personal que nos cruzábamos por el camino: la señora que arregla las flores, los cocineros, las camareras, empleados de oficinas… Ana es, como hemos ido comprobando a lo largo de la jornada, increíblemente popular y querida en su trabajo, y no es de extrañar.

El día, resumido en pocas palabras, ha sido surreal y divertidísimo. La primera sorpresa ha sido el almuerzo. Hemos comido (de lo más british, además, fish and chips o mushroom and chicken pie, a elegir) sentadas a la orilla del támesis, bajo el edificio y viendo los puentes y el London Eye ¡en la terraza de los Lores! En esas estábamos cuando un señor, tras ver cómo intentábamos hacernos una foto de grupo, se ha levantado y amablemente se ha ofrecido a tomarla él para que pudiésemos salir todas juntas. Y el que parecía tan sólo un británico encantador ha resultado ser un Lord, así que sólo hemos podido decirle «thank you, Milord! xDD

Después hemos dado un larguísimo paseo por el Parlamento. Pasillos, recovecos, la cripta de Westminster (donde está tomada la foto de abajo y donde se escondió Emily Wilding Davison, una sufragistra ilustre),  la cámara de los lores, la de los comunes y un montón de trabajadores que nos saludaban, nos animaban a seguir con la visita y nos daban sus mejores deseos. Todo, creo, gracias a la sonrisa de Ana.

Pies en la cripta

Hemos visto también una escultura/vaca que tienen en un jardincito al que salen a fumar los trabajadores/as del Parlamento. Cuando íbamos para allí dos policías nos han preguntado: Where are you going? Y Ana, que es todo naturalidad, ha dicho: We’re going to see the cow. O Lady Cow, podríamos decir, porque es un resto de una Cowparade y va decorada como si fuera una Lady, con capa como las que llevan en la investidura.

Para finalizar la jornada (hemos estado allí desde mediodía ¡hasta las seis!) Phill, el barman, nos ha invitado a un cocktail. Para Andrea y para mí (nos ha visto cara de niñas buenas, me temo) ha preparado uno de plátano, baileys y chocolate, y el de Carmen, a quien ha debido intuir más fondo, ron y fresas. Estaba exquisito. Porque además, debo confesar, todo sabe mucho mejor si te lo tomas, a la sombra de Westminster y una silla en la que se lee «Peers Only».

Peers Only

Lo dicho. Creo que desde hoy podéis llamarme Milady.

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Señoras que…

Quienes me seguís en Twitter o en Facebook sabréis que soy muy aficionada a formular ideas y opiniones al estilo «señoras que». Así que voy a intentar resumir esta primera semana en Londres (ya no son trece, ya sólo quedan doce)  como si fuera una señora que tiene que actualizar su blog pero no acaba de encontrar el momento.

Soy una señora que ha revisitado Londres durante la primera semana como si en vez de estar tres meses aquí fuera a estar tres días. Hazte fan, sí.

Es más fácil adaptarse a una ciudad recorriéndola en compañía, con sol y con muchas risas, así que, en ese aspecto, todo un lujo. También te puedes hacer fan de mis rozaduras, porque soy una señora llena de heridas y tiritas. Pero aunque me queje y siga pagando los excesos, debo confesar que ha sido un lujo redescubrir Londres así.

Soy también una señora que habla poco. Hazte fan.

Mis conversaciones más largas, hasta ahora, han sido con los empleados del TESCO, el M&S y la Biblioteca de la Universidad, así que lo de mejorar el inglés, me temo, va más lento de lo que pensaba. Estoy aproximadamente al nivel de Zaragoza. Lo entiendo todo (o casi todo) pero al ir a hablar parezco idiota. Además, como la gente aquí es tan amable (y está tan acostumbrada a los turistas, imagino) reconocen que soy hispanohablante y me derivan, como me pasó el otro día en la biblio, al personal que habla o entiende español. Sí, ya sé que lo hacen para ayudarme, pero no es el mejor de los planes. Eso le expliqué en inglés al chico que me hablaba en español (todo era muy WTF, me temo) y me dijo, encantado, que podríamos practicar en cualquier otro momento. Le dije que sí, que thank you, y desaparecí, así que tengo que intentar coincidir con él en algún otro momento de biblioteca. Lugar que, por cierto, se merece un post aparte que prometo escribir cuando la tenga más estudiada. Sólo diré, como avance, que abre durante el periodo de exámenes (de Semana Santa a Junio) todos los días y a todas horas y que hay gente que va en pijama. Ah! Aquí tampoco paran de comer, así que constantemente se oyen ruidos de paquetitos y se huele a comida. Como cualquier calle de Londres, vamos.

Señoras que se han traído solo camisetas y vaqueros. Hazte fan (y subvenciona alguna compra)

Ayer asistí a mi primer «sarao» académico. Paseando la semana pasada por Russell Square descubrí el Warburg Institute. Allí me había mandado mi jefa ir, así que entré y recogí, como la buena chica que soy, todos los papeles, publicaciones, programaciones y demás que se ofertaban. Mirándolos con calma en casa comprobé que llegaba a tiempo de asistir a una conferencia de Carlo Ginzburg (sí, el de El Queso y los Gusanos) así que tras sudar tinta china para mandar un mail formal, reservar mi plaza y encontrar el sitio -era en una sede distinta- acudí. Fue un auténtico privilegio tener tan cerca a un historiador de los grandes, verle hablar y disertar sobre la verdad, los mitos, las religiones comparadas y hasta Borges en menos de una hora, y fue también un lujazo ver cómo los y las asistentes intervenían en el posterior coloquio. Pero lo más sorprendente es el modelo de «charla con recepción». Algo tan sencillo como servir unas bebidas en una sala anexa permite hacer «networking» (que dirían los modernos y la gente dospuntocero).  Y en esa recepción informal de después descubrí varias cosas: una, que me he traído ropa poco adecuada, y que la gente va mucho más arreglada de lo que parece; dos, que hay historiadores jóvenes y guapos; y tres, que menos mal que hay gente buena y encantadora suelta por el mundo, como John, un investigador al que conocí ayer porque me vio tan perdida y tan solita que me invitó a unirme a su conversación, me contó un poco lo que hacía y me invitó a visitarle en el Warburg.

Querría seguir hablando de muchos otros temas, pero me está quedando un post eterno y os cansaréis de leer. Prometo sacar más rato para escribir nuevas cosas, palabrita (esto se lo digo sobre todo a mi madre, que ha descubierto el blog y ya me riñe por no actualizar).

También os pido, por último,  que concentréis vuestros buenos pensamientos en Barcelona, donde sigue mi pá recuperándose como un campeón. Sé que le leen este blog, así que le tiene que llegar mi cariño, que es infinito, y un poquito del vuestro, vale? Mil gracias (por llegar, por leer y por los ánimos virtuales).

Os dejo, de premio, una foto preciosa tomada en Portobello , en uno de los paseos de «redescubrimiento» de Londres. Las felicitaciones al autor.

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My first friend in London

Dicen que las ciudades grandes son hostiles.

Dicen también que Londres es lluviosa, gris, fría y dura.

Dicen que la gente que las habita va acelerada y no piensa en nada más que en si mismos.

Dicen.

El Londres al que yo he llegado es diferente. Es soleado, amable, eficaz. No niego todo lo anterior. Me imagino que habrá días duros y grises cuando llueva, cuando no tenga nada que hacer, cuando no tenga ganas de tomar un metro para ir a pasear, o cuando me dé cuenta de que me separan mil kilómetros de los míos. Sé que vendrán, pero de momento (y la compañía también hace mucho, que ya anda por aquí mi primera visita) no quiero ni pensar en ellos. Así que voy a aprovechar este post (y este espíritu positivo) para contar mis primeras y soprendentes horas en esta ciudad.

Aterricé el martes por la tarde y a la mañana siguiente me fui a la Universidad. Quería comprobar el tiempo que me costaba llegar en metro, cómo eran los edificios y tramitar los papeles para iniciar oficialmente mi estancia investigadora. Así que salí de mi residencia y paré en uno de los take-away que pueblan la ciudad (¿cómo puede haber tantos? ¿Cómo pueden comer a todas horas? ¡Es agotador!)  para desayunar un capuccino.

Y tras pedir mi café el camarero sólo dijo: Where are you from?

Ya le conté que venía de España, que sentía que mi acento fuera tan evidente y que me perdonara pero acababa de llegar y todavía pensaba en mi lengua materna. El tipo, encantador, me contestó que no me preocupara del acento, que estaba bien, que ya mejoraría (¡siempre tan polite!). Estuvimos charlando un poquito sobre mi estancia en el país y cuando supo que sí, que llegaba sola y para trabajar, me dijo: Entonces, ¿no tienes amigos aquí? Le contesté que no, que alguno aspiraba a tener pero que todavía no conocía a nadie.

Y cuando me disponía a pagar el café y salir al metro, me dijo: al capuccino invito yo, tú primer amigo londinense. Bienvenida a la ciudad, Cristina.

(Debo confesar también que el tipo me dijo su nombre y soy incapaz de recordarlo. Y que cuando estaba saliendo de la tienda, me volvió a llamar y me regaló también un exquisito croissant de almendras.)

El resto de la mañana, que había arrancado así de bien, también fue sobre ruedas. Conseguí tramitar los papeles en la Universidad a la primera y hacerme con un Reading Pass de la British Library, que es tan bonita que estuve dos horas paseándome por ella. Allí, a la entrada, encontré este cartel.

Creo que es un buen punto de partida para estas trece semanas en Londres, ¿verdad?

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Touch down

Esas dos palabras fueron la única petición expresa de mi padre. Cuando aterrices, hija, házmelo saber. Y como soy muy bien mandada, hacia las siete de la tarde le he enviado el prometido sms.

Touch down, dad.

(aunque también he añadido: de hecho, estoy en el DLR ya, con las maletas y sin mayor problema)

Y sí, aquí estoy. Hoy sí que comienzan de verdad las trece semanas en Londres de las que habla este blog. No me ha dado para ver apenas nada, sólo he podido comprobar lo bien situada y comunicada que está mi residencia. No sé tampoco cuándo subiré fotos, porque me he dejado la cámara en casa (aunque creo que me la harán llegar prontito).

A partir de mañana más y (espero que) mejor.

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